El presidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santiago del Estero, Juan Tula Peralta, denunció este jueves que: en la provincia de Santiago del Estero se producen más de 100 nacimientos anuales de bebés con malformaciones relacionadas con el uso de agroquímicos.
Peralta explicó a la prensa local que esos datos surgieron de una investigación que efectuaron sus colegas durante más de un año en el interior provincial. "En Santiago se producen más de un centenar de nacimientos con malformaciones al año por el uso de agroquímicos", aseveró el experto.
Sin embargo, aclaró que no es el único problema que afecta particularmente a los recién nacidos cuyos progenitores viven en zonas rurales, sino que tienen registrados unos 300 casos de personas vinculadas a la actividad productiva que presentan problemas de salud por manipular o haber sido rociados con agroquímicos.
Las enfermedades que se presentan con mayor asiduidad, como daño colateral por el contacto con agroquímicos, son el cáncer de piel e inconvenientes en las vías digestiva y respiratorias. Si bien la exposición a los agroquímicos es altamente peligrosa, el consumo del "yuyo" tampoco es aconsejable para los niños , tal como reveló Críticadigital el pasado 5 de mayo, ya que el abuso de plaguicidas les puede provocar problemas hormonales y anemia.
La aplicación de glifosato, que es esencial para combatir las pestes en los cultivos de soja, se volvió común en la provincia debido al incesante incremento del área sembrada con esa oleaginosa. El herbicida es utilizado para la soja transgénica, que es el principal cultivo en la Argentina.
Según determinó una investigación reciente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), puede producir malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas.
La denuncia en Santiago del Estero tiene otro aspecto preocupante: la incidencia de los tóxicos en los menores de edad dado que muchos de ellos colaboran con sus padres en las tareas rurales y a menudo se desempeñan como banderilleros, es decir, marcan con su presencia y banderas los lugares en los que las avionetas fumigadoras deben esparcir los herbicidas.
"Los chicos, no muestran de forma inmediata la sintomatología. Es un proceso que al cabo de unos años empieza a aparecer", señaló el ingeniero agrónomo y recordó que anualmente se desechan entre 600 y 700 toneladas de envases plásticos que contenían los pesticidas, los que al no tener un tratamiento como un residuo peligroso, llegan a convertirse en potenciales contaminantes de suelos y del agua.
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